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poesías ecuatorianas
Me quedaré sin palabras, como una piedra o como el viento...
En silencio me guardo mis ganas y me pierdo en los sueños
Ahora camino, ahora espero... necesito de agua...
Tengo puertas cerradas, las mentes... sin ideas, estériles...
Como un accidente en la madrugada…
He de quererte ¿por qué he de hacerlo?
Hay una flor en tu alma, desconocida…
En espera, como un grito, una voz...
La razón del llanto
El sentimiento curtido día tras día.
Las emociones, quien las conoce y las deja fluir...
Abre una puerta a la vida que traslucen,
a la belleza que aprisionan...
a la cura que desmantelan...
aprisiona y perturba…
La palomita
dímelo por tu vida,
¿dónde vas?, ¿de quién eres,
amable palomita?
-El amoroso Olmedo
a su Nise me envía,
a la graciosa Nise,
su amor y su delicia.
Yo antes era de Venus,
y de las más queridas,
yo su carro tiraba
y en todo la servía.
Mas del calor huyendo
en un estivo día,
o por buscar la sombra,
que es del amor amiga,
con mi amante palomo,
blanco como yo misma,
en una selva umbrosa
entré, y me vi perdida.
Que un cazador amable
que allí por caso había
nos mira, y nos asesta
su cañón homicida.
Mas se contuvo luego,
no sé por qué, y con risa
como que algo recuerda
oí que me decía:
«Si acaso eres de aquellas
que allá en la Chipre tiran
el carro de la madre
de amorosas delicias,
vuela allá desalada,
cándida palomita,
y en tu arrullo que entiende
sólo Venus divina,
dile que su poeta
te libertó la vida».
¡Y amarle pude! Al sol de la existencia
se abría apenas soñadora el alma...Perdió mi pobre corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
como música blanda y deliciosa;
subió a mi rostro el tinte de la rosa;
como la hoja en el árbol vacilé.
Su imagen en el sueño me acosaba
siempre halagüeña, siempre enamorada;
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador;
y era él quien lo arrancaba de mi pecho;
él, la fascinación de mis sentidos;
él, ideal de mis sueños más queridos;
él, mi primero, mi ferviente amor.
Sin él, para mí el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de abril.
Vivía de su vida apasionada;
era el centro de mi alma el amor suyo;
era mi aspiración, era mi orgullo...
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?
No es mío ya su amor, que a otra prefiere.
Sus caricias son frías como el hielo;
es mentira su fe, finge desvelo...
Mas no me engañará con su ficción...
¡Y amarle pude, delirante, loca!
¡No, mi altivez no sufre su maltrato!
Y si a olvidar no alcanzas al ingrato,
¡te arrancaré del pecho, corazón!
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